Mirada de Mujer Collage
En oposición a la muerte, el objeto. La materia de un quehacer cotidiano que no se crea ni se destruye, sino que cobra otra forma. Viene de algún lugar, y en ese viaje nos topamos con él.
En oposición a la vida, el consumo del objeto, que no la contemplación. Profanarlo, incluso hacer de él protagonista del rito, es salvarlo de las garras de un sistema que nos cosifica. El objeto -que no la cosa- con identidad propia. El objeto en oposición a lo imposible. El objeto como fragmento que contiene toda la verdad, si es que la hay, de un momento que se quedó adherido a él.
Mirada de Mujer busca objetar en el arte, lo refuta en cada gesto, desnudándolo de certezas. Primero lo hizo en el teatro, ahora compagina los escenarios con el papel donde le realiza la autopsia a nuestro pasado, ese que nunca aspiró a la belleza. Ese que, de tan cotidiano, se hizo invisible. Otra suerte de teatro donde cortar y pegar la realidad, donde seguir sosteniendo preguntas. Por eso su teatro tiene mucho de collage y sus collages mucho de teatralidad.
Atesora los restos de los naufragios de vidas anónimas y los eleva a la categoría de imprescindibles a través de la construcción de metáforas visuales que le devuelven la dignidad a lo desechado, a lo perdido, a lo relegado a la desmemoria en un mundo que sufre demencia existencial. Nos hace mirar allí donde nunca miramos con los ojos de la trascendencia. Nos hace renombrar lo que creíamos conocer.
Es en la destrucción y en el abandono donde encuentra la esperanza de la redención, transmutando objetos. Ella transforma el vertedero en santuario, en parque arqueológico, en paramnesia nostálgica; el recuerdo en el alimento de nuestra identidad, en grieta por la que se filtra nuestra historia, la que no se escribe en mayúsculas. Es canal por el que se revela la divinidad, se religa lo que no estaba en las escrituras de lo previsible, para encarnarse en el asombro.
Sus collages son una trinchera desde la que luchar, desde la que resistir el asedio de lo banal.
Es lo que no tiene valor lo que más valor alberga, porque esos objetos que ella cuidadosamente manipula y cuestiona, son vestigios no sólo de lo que fuimos, sino de lo que pudimos haber sido. El rastro de la posibilidad es lo que persigue, aferrada a la memoria.
Ella nunca firma sus obras, porque no es sólo su voz la que brota de ellas.