Felipe Ortega Regalado
Yo sé que floreces. Sé que hierves por dentro. Que ardes sin tregua, sin fin.
Que el reloj se pare no significa que el tiempo lo haga. Que el sol se esconda. Desde aquí te digo, inocente, no hay noche oscura del alma, sino luz en las antípodas. Agáchate a mirar la rama del nido caída. El niño la mira como nosotros al cielo.
El abecedario de las ramas es infinito. Los árboles no cesan de escribir historias clarividentes, donde los hombres estamos abocados a amarnos los unos a los otros. No hay más propósito que este.
Ya lo hizo el Greco, subir a los altares a mendigos y gente llana. Estas ramas no dejan de tener el mismo propósito. Todo tiene el mismo corazón y por tanto el mismo derecho a la santidad y beatitud.
Que si nunca has dibujado nunca una rama, que si nunca la has mirado como se mira una astilla clavada en la palma de la mano de un niño que llora. Que si nunca has vivido nunca la vida entera, de golpe, toda ella, en lo diminuto.
Algunos árboles se parten por no haber sabido compensar el peso de sus ramas. Han tenido, quizás, demasiada sed de luz, demasiado viento azotándoles. Muchos de estos árboles caídos, son los más hermosos cuando vuelven a brotar, y se yerguen sobre su propio cadáver; una y otra vez.
Un bosque es todo a la vez. Todo creciendo a la vez. Nada para.
El zumbido no cesa.
Si te digo que no hay nudo, que son las manos de lo invisible modelándote.
Las obras de Felipe Ortega Regalado en el programa de RTVE La Aventura del Saber, Junio 2018.