Carles Canals Masats
Canals Masats es un fotógrafo altamente intuitivo que se deja sugestionar por la forma más allá de la función. Su fotografía crea falsas realidades, nuevos juegos entre formas y funciones que van, desde el encuentro ingenuo que nos esboza una sonrisa, hasta auténticos laberintos conceptuales que nos sumergen en profundas deliberaciones existenciales (sobre los engaños deseados, consentidos o la propia imposibilidad de engañar).
A menudo..., nos trastoca la profundidad del mensaje vital que transmiten sus metáforas contraponiendo significados e imágenes. Como hace, por ejemplo, cuando sobrepone una diana aleatoria sobre las líneas de la vida de un árbol.
Canals Masats trabaja sobre una idea pero la fuerza de la propia imagen la engrandece hasta límites insospechados y, como no podría ser de otra manera, deja la última palabra a un espectador que, a su libre interpretación, trastoca los significados inducidos por unas imágenes rotundas y totalmente sugerentes.
Se declara firme admirador de Chema Madoz por su simplicidad, claridad y purismo en su trabajo y de Ramón Masats, de quien destaca su rotundidad, ingenio y, sobre todo, la ironía en sus imágenes. Pero él nos aporta con su trabajo un sentido de frescor, naturalidad e intuición, despojados de toda sofisticación.
La obra de Carles Canals Masats en el programa de RTVE La Aventura del Saber, Febrero 2015.
Las fotografías de Carles Canals en el programa de RTVE La Aventura del Saber, Marzo 2021.
Nuevos poemas visuales de Carles en el programa de RTVE La Aventura del Saber, Abril 2024.
Carles Canals Masats elabora sus trucos visuales para subvertir la realidad con el acierto de un buen mago. Para ello se sirve del Blanco y Negro pues la escala de grises tiene ese algo especial, ese punto mágico, sutil y atemporal que a él le gusta tanto.
Dicen que la fotografía es un fiel reflejo del mundo, pero del mundo interior de cada fotógrafo. Mirar a través de una cámara es, probablemente, uno de los actos que, consciente o inconscientemente, más nos llevan a abrir los ojos hacia nosotros mismos. Cuando el fotógrafo "dispara", en realidad "se dispara" para desaparecer de la escena y así prolongarse a través de la imagen recién nacida. Dejar huella, en definitiva. Un vestigio que contiene en sí mismo la idea pero no al propio creador de la toma. "La imagen es aquello de lo que soy excluido", decía Barthes.
Sin dejar de lado ciertas dosis de azar e intuición, la mirada de Carles Canals no se limita a la mera observación de los objetos para descubrir su lado poético. Sus fotografías son emociones, pensamientos pulidos, imágenes escritas ya trazadas. Es un fabricante de sus propias "falsificaciones", un artesano conceptual que moldea lo real para vestirlo con su imaginario. Convierte en verosímil fragmentos surrealistas que solo existen dentro de su universo a través de trampas visuales. Este sello es su modo de ver pero ante todo es su forma de "verse".
Fantasías, guiños, reflexiones, trucos, acertijos..., poesía. Carles va más allá de la pura imagen. Lejos de ser simples frivolidades, sus obras nunca nos dejan indiferentes. Interrogan desde la greguería visual arrancándonos una irónica sonrisa cómplice o nos plantean, a través de una generosa entrega de significados, serias dudas existenciales mediante una poesía visual con mayúsculas. Al observar estas ingeniosas fotografías, recuerden unas palabras del poema "La Casa de la Mirada", de Octavio Paz: "el ojo piensa, / el pensamiento ve". Tal vez les ayuden a desentrañar más de una metáfora escondida.
Cuando vi por primera vez los trabajos de Carles Canals pensé que no estaba viendo poesía visual, sino poesía a secas. Decía Nicanor Parra que todo es poesía, menos la poesía, y al fin y al cabo, ¿no son las imágenes el material con el que construyen los poetas? En el caso de Carles su mirada construye juegos: acertijos cargados de belleza donde las piezas y sus tableros se invierten para que el campo de batalla sea en nuestra cabeza.
La destreza de Carles con la cámara se parece bastante a la de un tahúr con las cartas. No nos hace trampas, pero dispone los elementos en un equilibrio semántico que nos obliga a releer la imagen buscando un nuevo significado.
Sin embargo, no son juegos inocuos. Las cuchillas y los hilos que maneja Carles pueden ser afilados y cortantes. Eso sí, con la sobriedad de su blanco y negro: no hay una gota de sangre en sus láminas. Ni falta que le hace para que sintamos en la mirada el frío del metal.
A lo largo de la trayectoria de Carles podemos observar motivos recurrentes a través de objetos como los ya mencionados tableros y juegos, pero también mediante el uso de un metalenguaje fotográfico o la reflexión literaria. La sensación que dan estas recurrencias no es la de la redundancia, sino la de la exploración de series que crecen y escapan unas de otras como pájaros que se multiplican.
Una obra, en definitiva, extensa y caleidoscópica, sin una piedra Rosetta que nos ayude a descifrar sus jeroglíficos exceptuando nuestro propio deseo de indagación.
Óscar Sotillos