Bernat Millet
En el foto-libro “Bitter, sweet, soft”, el fotógrafo Bernat Millet enfoca su mirada en la vida cotidiana, en un relato de lo íntimo donde surge una fuerte sensación de unión basada en el pilar de la familia, la que sustenta unos campos cuyos habitantes viven sus vidas en un compás de espera. De esta manera, el pueblo saharaui refuerza su identidad al forjar día a día, a través de sus valores, un sentimiento de pertenencia y trata de difuminar las cicatrices que surcan sus almas, dejando paso a una grieta por donde se abre paso una pequeña luz. ¿Qué pasa con la percepción del tiempo en un lugar dónde el futuro es incierto y lo único que les hace levantarse y seguir luchando es la esperanza de la liberación? La cultura saharaui se ve ahogada en un desierto sin límites espaciales pero sí muy restringido en recursos. En este paraje inhóspito, desierto real y metafórico, surgen juegos y risas. En una tierra aparentemente yerma se esconden brotes que esperan salir. Sus habitantes se levantan para rebelarse contra la condena del olvido, contra los días no vividos, contra la desolación. Gritan, con voz áspera, que aún quedan fuerzas para seguir luchando.
Clara Puig de la Bellacasa
Si me miro en el espejo salta a la vista que soy saharaui. Difícil negarlo. Perfil espigado, tez
morena, ojos negros, dientes blancos, nariz aguileña, pelo ensortijado, sonrisa sibilina y gesto
altivo. Cuando estoy con mi madre, con mis tías, con mi tío Sidi Ahmed, con mis hermanos, con
los muchachos de la calle, me siento bien, me siento protegido. Me gusta rezar, me tranquiliza. Me
gusta estar tumbado, saboreando el transcurso del tiempo, viendo pasar los vasos del té uno tras
otro. En las jaimas de los campamentos de refugiados se podría medir el tiempo en vasos de té.
Los saharauis tomamos los tés en tandas de a tres. El primero amargo, el segundo dulce y el
tercero suave. Amargo, dulce y suave. Vida, amor y muerte. Así es como nosotros entendemos el
mundo. Esas son las coordenadas de la cosmovisión saharaui. Me gusta escuchar una y otra vez
las mismas historias sobre mis antepasados. Ya me las sé todas, pero me fascina oírlas de nuevo,
sobre todo cuando las narran los más viejos. También me reconforta leer los suras del Corán
cadenciosa y repetitivamente. Cuando me olvido de rezar me siento culpable de algo, aunque no
estoy de todo seguro de qué ni de por qué.
Jorge Molinero
Libro de Bernat Millet "Bitter, Sweet, Soft". + info