Ariel Gangi
Ariel Gangi. Las formas del descuento.
De su correa de laudantes ritos a sus mitologías oficiosas e incólumes, el miedo humano corre a ampararse bajo la rumia de los signos y sus convencionales acuerdos. Se empecina en eludir los perturbadores trances en que sumerge la incertidumbre, y la aún más amenazante evidencia de un universo que jamás se ofrece en una combinación regular y estática. Y de todos modos, contra cualquier refugio, el mundo arrecia en imágenes que viven más allá de sus marcos proverbiales, en apariciones extrañas al meridiano y su retorno convenido, en juegos que no exigen otra constancia que el aliento audaz de la aventura. Sus gestos no se inscriben en el círculo de la designación, sus alumbramientos afirman que no hay maravilla descifrable. Asisten la permanencia anunciando la versatilidad de los comienzos, convocan a la lúcida anarquía sobre los antiguos mármoles y las anécdotas paralizadas.
Ariel Gangi lo sabe bien. Sus trabajos despliegan esa sensible artesanía por la cual palabras, imágenes y formas se corresponden a la evidencia de un enigma y sus cielos intraducibles. Páginas y fotos, trazos y pictografías, frases e inscripciones, se entregan al infinito posible de sus encuentros, sin otra responsabilidad que la de liberar a las cosas de los órdenes irreductibles y los confortables amparos.
Estas obras se confían a las exigencias de cada aparición, vuelven presentes arrojos y desviaciones sobre una hoja intraducible, ascienden la festiva incongruencia de todo acto primordial. Ante ellas, y a las lindes del descubrimiento, nuestra visión no puede entregarse más que a la intemperie y el imprevisto, labrándose en el desborde hasta celebrar formas y calores perceptivos a través de todo el espacio. Amanece esa libertad de la mirada y de la mente que no revela sino una apertura inclaudicable y se aparta de las buenas y cerradas formas; su horizonte se eleva ese territorio jamás conquistado ofrecido a la temeridad de un ojo explorador.
Ariel comprende ya la torpeza de certificar y el celo irrealizable del mundo. Lo que empecina y afirma, lo que alumbra y sostiene, es la impronta misma de aquello que sólo es lo que muestra y que sólo muestra lo que es, la pura transparencia que despliega el don de una pregunta innecesaria y una explicación inútil. Ya no más verdad esplendorosa y afirmativo reposo, sino el magma incondicional de un lenguaje siempre recomenzado. Ya no más el abrazo de la aliviadora costumbre, sino la incidencia vertiente y el descuento. Y ya no más el pensamiento a la búsqueda de su unidad, sino el libertario hormigueo de lo inestable.
Imágenes del extravío: confianza de no ser sino los avances de un amoroso fulgor entre tantos sueños fatigados.
Roberto Cignoni
En Zeit-geist (2018) restos de piezas metálicas, extraviadas de su ámbito y función originales, se conjugan con fragmentos de carteles y de imágenes fotográficas, con palabras o signos de páginas inciertas, con recortes de billetes y difuminados dibujos. Los vínculos entre ellos amanecen despojados de cualquier contexto, se incitan tan sólo por una eventual equivalencia con la intensidad íntima de la escena. Elementos y formas se integran sin consentir a algún principio de composición o sistema estructural, eximidos aun de sostenerse en pilares testimoniales o en los recaudos de alguna tematización. No resultan inferidos, sino activados en función de las insistencias materiales y espaciales del acontecimiento. Es de este modo el propio poema el que asiste su carácter y forma intrínsecos, y su proceso de emergencia el que promueve las relaciones entre piezas y palabras, grafías e imágenes; ellas no se componen sino en tanto gesto y tensión incidentes, extrañándose de algún juego de consignas o valores previos.
Oferta especial (2019-2020) resalta por la sensibilidad de su plasticismo, un conjunto de páginas intervenidas por rasgaduras y sobreimpresiones, recortes y fotografías, veladuras y sellos. Con ellos alternan obras conformadas por tiras de disposición variable, donde se inscriben frases o textos desprovistos de alguna connotación, exceptuadas aun de servir como índice de los demás trabajos o de reconocerse ilustradas por ellos. Estas obras no hacen más que expandirse materialmente y son recibidas por los sentidos antes que por la conciencia. No intentan transportar realidad, sino que la hallan en la manifestación de sus formas, de sus montajes, de su combinatoria visual, de su ropaje geométrico. Se ofrecen como presentaciones puras, desligadas de todo afán representativo, embargándonos por su sola presencia y despojándonos, eventualmente, de nuestra posición acomodada, aquella que no pretende sostenerse más que en una confabulación (psicológica, social, artística) que le conceda cierta confianza o tranquilizador aval.
WD-1443-1 (2020) observa la intervención de varias páginas de un libro religioso holandés de 1930. A partir de ello se alumbra una sugestiva sintaxis gráfica que emplea letras y residuos de palabras como elementos compositivos. Tiras verticales u oblicuas recortadas de algunos textos de aquel libro y no legibles de acuerdo a la semántica y la sintaxis habituales se disponen según estructuras geométricas o conjuntos irregulares. La forma tipográfica es utilizada por ella misma, como un activo elemento estético. Las letras o fragmentos de palabras son arrancados del sistema de la lengua y reubicados en un sistema meramente formal, donde se los convoca a partir de su propia imagen y de las posibilidades gráficas que brinda su asociación y distribución. El aislamiento o atomización de las partes del discurso, su ruptura con la sintaxis propositiva, el uso constructivo que se hace de ello hacia la emergencia de un nuevo espacio, promueve a los signos como un campo magnético de relaciones, capaces de crear superficies inéditas abiertas a la indagación perceptiva y los recibos del asombro.
Babel (2017) es un conjunto de diez cuadernillos animados por una alternancia de figuras y materiales capaces de trascender cualquier prevención o expectativa. Un poema, el segundo de la serie, invita a una consideración especial. En él, la palabra PALABRA es desintegrada y vuelta añicos, dejando apenas restos de las letras primera y última como rastros de su presencia. Ariel de este modo despide a la palabra como mera portadora de significado encargada de organizar mensajes y sentido; el lenguaje verbal se libera con ello de ser apenas un vehículo de significación, mientras retoma y expone sin verguenza sus cualidades físicas y presenciales. Palabras, letras, signos de puntuación, se retiran de su servidumbre a comunicar según el código de la lengua y sus arrestos referenciales, para impactar de lleno a través de su incidencia material en la página, redescubriendo los calores íntimos de su forma, de su tamaño, de su posición, de su aptitud para relacionarse y confluir con el universo ilimitado de los símbolos. El poema se ofrece así no sólo como realidad simbólico-imaginativa, sino también como fenómeno óptico-sensible: se concede materia, textura, persiste en anunciarse como un mundo perceptible en sí mismo. La página no puede dejar de ser, de ahora en más, sino la encantación en acto de una escena incausada.
Wnock (2016)