Construcciones y representaciones levantadas en pos de una finalidad que no llegaron a cumplir, lo que pudo ser y no fue. Imágenes y símbolos construidos y proyectados para difundir un mensaje, un poder, un status. Una puesta en escena y pretendida representación , que mediante la seducción al ojo nos hicieran creer en su intangibilidad. Pero nada es lo que parece. Celebraciones triunfales repetidas hasta la saciedad, con una aparente robustez, pero que en verdad ocultan la fragilidad y lo efímero de nuestro entorno. Una inestabilidad y debilidad representadas mediante la realización de escenografías teatrales a través de papel. Un papel  pintado con acuarela. Lo frágil, imitando la robustez de la madera, mediante el uso de las pinceladas, de las texturas del papel, del preciosismo. Una supuesta madera, que construye dicha escenografía, y esa escenografía, representando unos símbolos y edificios que ya no existen. Edificios que se muestran como restos de aquella opulencia, de aquella intención de perpetuar y asentar símbolos. Un continuo engaño escultórico y visual, mediante la técnica, y ese dibujo escultórico, que funciona como metáfora de lo que asumimos como real. El cual se repite de forma continua y reiterada cuando abrimos los ojos y vemos que nada de aquello es lo que parece, que todo se trata de una pantomima. Y en donde nosotros, somos los simples actores, que circulan a través de estas escenografías devastadas. Representaciones que poseen ese último resplandor, una última luz, que al igual que en el teatro, cuando esta se apague, se acabara la función.

 

Pero quien dice que este todo acabado. Quizá cuando ya no hay nada más que perder, cuando todo esta devastado y lo asumimos como real, puede dar pie a encender de nuevo las luces, a comenzar de cero. Ahora que ya está todo destruido, quizá sea la hora de construir, de empezar un nuevo resplandor.

 

 

 

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La obra de Antonio Fernández Alvira en el programa de RTVE La Aventura del Saber, Marzo 2017.

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