Alberto Muñoz
Palabras rotas en la balsa experimental
Alunizo en la poesía con maletín de artes abstractas improvisadas: brocha, alquitrán y un martillo para clavar las manos a la palabra. También llevo papel de lija para cuartear la piel del poema, para despellejarlo, para intentar exprimir, a las chispas que provocan los choques de palabras, sentidos imprevistos. Comienzo a construir una escritura experimental, nacen poemas que exploran posibilidades imprevistas de enlaces entre palabras, con una metodología, trasvasada de mi proceso creativo en artes plásticas, que se basa en la autoimposición de restricciones y el aprovechamiento del azar. Así, tras recortar un cierto número de palabras de periódicos o revistas y ordenarlas en una mesa, me dispongo a propiciar encuentros, roces de palabras y voy seleccionando enlaces fonéticos, tejiendo significados y moldeando un hilo poético. Parece asombroso, pero dentro de estos límites, puedo aproximarme a plasmar un paisaje mental en el que me siento reflejado. Pego las palabras y otros trozos de papel rasgado componiendo un collage-poema. Camino en un filo donde arriesgo continuamente el sentido y a veces, lo pierdo, pero creo que no hallaré el poema sin el auxilio de ese peligro. Prefiero por ello, no oponer resistencia a las asperezas, los borbotones de ritmo, el absurdo, la contradicción, la incongruencia, la violencia, la candidez…, sino intentar que dialoguen o que se maten entre sí.